LA SOPA DE PIEDRA
LA SOPA DE PIEDRA
Una guerra dejó a un país destrozado. Un soldado agotado, harapiento y muerto de hambre llegó a un pueblito.
Golpeó la puerta de una casa, y le dijo a la dueña que le regalara un pedazo de pan.
La mujer lo sacó a empujones recordándole que la guerra los había dejado sin nada.
El pobre soldado continuó probando en una y otra casa, haciendo la misma petición, y recibiendo a cambio las peores respuestas y mal trato.
El soldado, casi desfallecido, llegó al final del pueblo donde estaba el lavadero público. Halló a unas cuantas muchachas, y les dijo:
- ¡Eh, muchachas! ¿Ya probaron la sopa de piedras que hago?
Las muchachas se rieron de él.
Pero había unos chicos que estaban espiando, y se acercaron al soldado cuando éste se marchaba, decepcionado y le dijeron que ellos si lo podían ayudar.
El soldado les dijo que necesitaba una olla muy grande, un puñado de piedras, agua y leña para hacer fuego.
Rápidamente, los chicos fueron a buscar lo que el soldado había pedido. Encendieron el fuego, pusieron la olla, la llenaron de agua y echaron las piedras. El agua comenzó a hervir.
- ¿Podemos probar la sopa?-, preguntaron impacientes los chicos.
- ¡Calma, calma!
El soldado la probó y dijo: Mmmm... ¡Qué buena, pero le falta un poco de sal!.
- En mi casa tengo sal – dijo un chico. Y salió corriendo por ella. La trajo, y el soldado la echó en la olla.
Al poco tiempo volvió a probar la sopa y dijo:
- Mmmm... ¡Qué rica!, pero, le falta un poco de tomate-. Daniel, uno de los chicos fue a buscar unos tomates, y los trajo enseguida. En un momento los chicos fueron trayendo cosas: papas, lechuga, arroz y hasta un trozo de pollo, carne y cerdo. La olla se llenó; el soldado removió una y otra vez la sopa, hasta que de nuevo la probó y dijo:
- Mmmm... Es la mejor sopa de piedras que he hecho en toda mi vida. ¡Vengan, vengan; avisen a todos en el pueblo que venga a comer! ¡ ¡Que traigan platos y cucharas!. Hubo para todos que, avergonzados, reconocieron que si bien era verdad que no tenían algunas cosas; juntos podían tener comida para todos. Y desde aquel día, gracias al soldado hambriento, aprendieron a compartir lo que tenían.
Bendiciones para todos.