Sobre el Salto del Tequendama siempre habrá cosas para contar, pues es un símbolo de Cundinamarca para los caminantes y viajeros cuando salen de la gran ciudad de Bogotá.
En esta zona, que desde hace años ha sido el lugar de los amores imposibles y los fracasos más dramáticos, en este momento brilla con la frescura propia de los monumentos en auge.
Todas los estaderos que colindaban con el viejo hotel turístico están cerrados, pues hasta esa zona llegó el temor del coronavirus. El transporte intermunicipal está suspendido, de modo que ya casi nadie pasa por allí.
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El flujo del agua de su cascada, rodeada de un paisaje verde, llena de ruidos y troncos podridos, se encuentra algo baja, debido a que las compuertas que permiten su movimiento natural se encuentran cerradas. Asimismo, en la parte más baja del salto también se ve la poca afluencia del agua.
Su olor característico, que solo las personas que han ido conocen, también parece estar desapareciendo. Solo al acercarse al Salto del Tequendama, desde donde se ve la aterradora caída, se siente su aroma natural y el poder de su naturaleza.
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En todo caso, en todos los lugares la naturaleza parece ser más feliz sin los seres humanos.