Toraja, un pueblo ubicado en una zona montañosa de Indonesia tiene una concepción de la muerte totalmente distinta a las de muchas culturas en el mundo. Allí, sus habitantes no se despiden tan fácil de sus fallecidos, y es que para ellos la muerte es solo un paso de un proceso largo y gradual.
Cuando alguien fallece, su cuerpo es preservado por las familias como si aún estuvieran vivos. Alrededor de un millón de personas de este lugar, creen que después de la muerte el alma permanece en la casa, por lo que los difuntos se quedan allí por un largo tiempo para que reciban comida, ropa, agua y cigarrillos.
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En una publicación realizada por National Geographic, revelan que el cuerpo de los fallecidos es recubierto por una solución química llamada formalina, que es una mezcla de formaldehído y agua, y con esto evitan que la piel se descomponga o pudra.
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Sin embargo, el hedor no deja de ser fuerte, por lo que la familia almacena muchas plantas secas al lado del cuerpo para disimular el olor.
La razón principal por mantener el cadáver del ser querido en casa, se debe a que por su cultura lo ideal es realizar un mega funeral que resulta bastante costoso para quienes lo celebran.
Los velatorios a menudo se retrasan el tiempo que sea necesario para así conseguir el dinero y, además, reunir en el lugar a todos sus parientes. En algunos casos esto puede tardar meses e incluso años.
En Toraja la muerte triunfa sobre la vida. No escapan del dolor ante la partida de su familiar, pero para ellos el deceso no es el fin.
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Incluso, después de que los muertos hayan sido enterrados en un mausoleo o en una tumba de piedra, no será la última vez que sus familiares se encuentren cara a cara con sus cuerpos.
En un ritual conocido como ‘Ma'nene’ , que significa "cuidar a los antepasados" y que tradicionalmente se celebra en agosto, los muertos son sacados de sus tumbas y de sus ataúdes para ser lavados. Les colocan ropa nueva y se los llevan al pueblo a visitar su casa o sus lugares favoritos.
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La gran mayoría son cristianos, pero siguen estando influenciados por su religión tradicional, Aluk To Dolo. Según investigaciones realizadas por arqueólogos, estas prácticas fueron adoptadas en el siglo IX d.C., con la llegada de los holandeses.
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