Muchos periodistas han sido amenazados en medio de su labor investigativa y periodística, sin embargo, en los últimos meses varios comunicadores de la Revista Semana que han liderado importantes investigaciones y por las cuales varios generales han sido procesados o destituidos, han denunciado graves hechos que atentan contra su vida y la de sus familiares.
El domingo pasado 12 de enero, cuando la Revista Semana publicó un trabajo titulado “Chuzadas sin cuartel”, que destapó unas posibles interceptaciones ilegales hechas por el Ejército, en el mismo artículo llamó la atención un aparte bautizado “La persecución a Semana”.
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En esos apartes, Semana explicaba que las amenazas habían aumentado con envío de lápidas funerarias. “A esto se sumó una campaña de espionaje y seguimientos. Un coronel de ciberinteligencia me ofreció 50 millones de pesos para introducir un malware (virus) en los computadores de periodistas de Semana y así poder acceder a la información”, confirmó la revista.
El diario El Espectador dialogó con el equipo de periodistas que realizó la investigación, liderado por un experimentado periodista que se enteró que dos sicarios de Boyacá fueron contratados para matarlo.
“En esa vuelta, la gente del CTI detectó que había involucrados dos oficiales del Ejército retirados y uno activo. El CTI en realidad lo descubrió por accidente, en una investigación por otra cosa. Ellos no sabían nada del contexto en el que estábamos; les explicamos. Hasta ahí fue solo una tentativa, el plan no terminó cuajando, los sicarios no aceptaron. Pero los del CTI nos dijeron: ‘Acá tuvimos la suerte de enterarnos, pero puede ser que le ofrezcan el trabajo a alguien más. Paren bolas, cambien rutinas, este es un tema serio”, contó el periodista.
La revista tuvo acceso a fotografías y videos que sustentan su nueva denuncia y corroboró que algunos de sus integrantes desplegaron una operación no solo para intimidar y tratar de impedir que las investigaciones salieran a la luz, sino para tratar de dar con las fuentes que decidieron denunciar las irregularidades.
Incluso, denunciaron que una camioneta Toyota de color negro se parqueó durante varias semanas frente a las instalaciones de la revista con un equipo táctico en su interior que “intercepta la señal de los celulares” con el fin de vigilar las labores de reportería de los periodistas.
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“La única protección es Dios”, dijo el amenazado periodista a El Espectador, al tiempo que confirmó que pese a tener esquemas de seguridad renunció a ellos, porque entorpecían sus labores de investigación.
“En la Fiscalía no pasa nada con las denuncias contra militares y creo que ellos saben que gozan de cierta impunidad, por eso no confiamos en esa institución”, concluyó.