Si los canales de Venecia en Italia se inundan de agua, las calles de la Venecia bogotana se inundan de moteles. Grandes, pequeños, lujosos, económicos, sencillos, temáticos. Todos los gustos y presupuestos son bienvenidos.
Un negocio próspero y productivo que ha hecho de este sector de la localidad de Tunjuelito, en el sur de Bogotá, un punto de referencia a la hora de disfrutar de las mieles del amor, porque, como lo explica Juliana*, que trabaja como administradora de uno de estos establecimientos, "el sexo es lo más natural del mundo".
Cuenta que a pesar de tener más de diez años de experiencia, este oficio todavía la sorprende: "Si fuera mal negocio, nadie lo haría. Pero en todo este tiempo uno todavía no sabe qué se pueda encontrar. La gente hace cosas extrañas, es sucia y tiene manías raras. El trabajo puede ser exigente, desgastante y hasta impresionante, pero nunca aburrido".
Todos los días las llamadas residencias se vuelvrn en el punto de encuentro de parejas que, por uno u otro motivo, no encuentran otro lugar para satisfacer sus deseos. Sin importar la fecha o la hora, siempre se verán personas entrando y saliendo de estos excéntricos lugares llenos de luces de neón.
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Los pasillos de este edificio han visto desfilar incontables huéspedes: homosexuales, heterosexuales y grupos de personas. La privacidad es la principal garantía para los amantes que acuden a estos establecimientos.
Guardar ese anonimato implica presenciar los hechos más íntimos de las parejas. Lo que sucede en la habitación no puede ser visto, pero fuera de ella todo se sabe. Un motel tiene un espacio desde el cual todo se controla: cámaras en los pasillos, sensores que detectan cuando una puerta es abierta y una máquina que sirve para controlar los jacuzzis y saunas, que son activados luego de la llamada de los clientes.
"La mayoría hace lo suyo en la habitación, y eso es privado y no podemos saberlo, pero muchos otros hacen cosas extrañas. Una vez estaba de turno y tuve que ver cómo abrían una puerta y una pareja salió desnuda al pasillo. Ella halaba con un collar al hombre, que andaba en cuatro patas, moviendo las manos como aruñando y maullando", menciona Juliana.
La fama de Venecia es tal que calles enteras tienen moteles a ambos costados. Allí se pueden encontrar sitios donde el 'ratico' (tres horas) puede costar apenas $20.000 y la noche $30.000. Pero también hay habitaciones con jacuzzi y sauna donde una noche puede costar $90.000. Las hay más costosas, grandes, lujosas, temáticas, decoradas para una ocasión especial y más.
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Quienes lleguen pueden acceder a juguetes, fetiches, preservativos y todo tipo de elementos para hacer más placentera la velada. Cuentan con estos espacios, todos los días, las 24 horas, incluso en Navidad y Año Nuevo. Es tal la cantidad de público que solo cierran una vez al año: en Semana Santa.
Pero también se convierten en el refugio de los desamparados, de aquellos que buscan protegerse del frío de la noche: "Hay familias que vienen a pasar la noche. Son personas sin recursos, esposos, hermanos, primos que no pueden pagar un hotel. Para ellos tenemos habitaciones con dos camas para que puedan dormir. Lo único que no permitimos es que entren menores de edad".
El negocio de los moteles en Venecia funciona como una máquina bien aceitada. Cada detalle está previsto, los tiempos de limpieza son mínimos, pero deben ser exhaustivos como en pocas industrias. De hay que encargarse del aseo de una habitación recién desocupada no sea una tarea nada agradable.
Basta con preguntarle a Karol*, una camarera de motel, para darse cuenta de esto: "Todos los días encuentro de todo. Desde pepinos con condones hasta excremento en las sábanas y las paredes. Jeringas, pañales, biberones, sangre, vómito, juguetes sexuales, disfraces, lo que se pueda imaginar".
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Las residencias suelen cumplir con una limpieza detallada de colchones, almohadas, duchas, tinas, jacuzzis, mesas y sillas, que son desinfectadas antes de la llegada de un nuevo cliente. Las sábanas son cambiadas después de cada servicio y el piso aseado.
Debe ser así, porque funcionarios del Distrito y la Policía realizan operativos regulares en la zona para examinar las condiciones de salubridad y verificar que no se cometan delitos.
Todo esto hace de la industria motelera es una de las más prósperas en en sector. Con ganancias que pueden superar los diez millones de pesos diarios, es probable que Venecia siga inundándose de residencias.
*Nombres cambiados a petición de los entrevistados.
Nota: Esta nota fue publicada en RCN Radio y La Fm el 19 de noviembre de 2018.